miércoles, 28 de julio de 2021

El Hombre de Barro


 
Hace muchos siglos existió un rey llamado Kiret. Llevaba años y años intentando tener un hijo, pero no lo conseguía. Consultaba numerosos médicos, curanderos y hechiceros, quienes le recetaban todo tipo de tratamientos, pero nada le funcionaba.
Conforme pasaron los años el rey se fue volviendo cada vez más y más taciturno y sombrío al no poder realizar su gran sueño de tener un hijo. A tal grado llegó su obsesión y su frustración que un día, para su cumpleaños número 65, movido por la decepción, ordenó asesinar a todos los médicos, curanderos y hechiceros de su reino.

martes, 27 de julio de 2021

El Misterioso Monstruo del Bosque



Cuando tenía 12 años viví la experiencia más terrible y perturbadora de mi vida. Aún tengo intacto en mi mente cada recuerdo de lo que pasó. Procuro no pensar en eso, pero por desgracia cada día vuelve a mi mente una y otra vez y siento como si aún estuviera viviendo ese horroroso momento nuevamente.

domingo, 18 de julio de 2021

Reflexión de la Vida

Ni siquiera sabemos muy bien cuando comenzamos a ser conscientes de nuestra propia existencia. Tan solo conservamos leves recuerdos de nuestros primeros años de vida en la infancia, cuando empezamos a formar nuestra personalidad. Y antes de siquiera podernos identificar como individuos; comenzamos un largo viaje. Un viaje lleno de incertidumbres…, de alegrías y tristezas…, de dolor y de satisfacciones. De preguntas y respuestas…, de descubrimientos y de frustraciones.

Y en todo ese trajinar, hay una pregunta que siempre desafía más que ninguna otra nuestra mente… ¿Qué somos?... ¿Qué somos?

Podemos creer que somos algo concreto, algo totalmente definido; inclusive algo especial. Pero cuando observamos la grandeza del universo, su complejidad, su belleza; no podemos evitar sentirnos humildes, discretos, insignificantes.

Y, sin embargo, más allá de nuestros problemas diarios, más allá de nuestra rutina, más allá de nuestros sueños y de nuestros proyectos, una fuerza en nuestro interior nos impulsa siempre a buscar algo…, aunque no sepamos bien qué es.

Algo con qué identificarnos, algo que le dé sentido a nuestras vidas, algo que podamos definir como real o absoluto. Porque nuestras vidas son efímeras… como el soplar del viento. Y muy en el fondo sabemos que cuando nos hayamos ido ya nunca más regresaremos. Y todo aquello por lo que trabajamos tanto no importará más. Ni la alegría ni la tristeza, ni la esperanza ni el dolor. Porque nuestra conciencia desaparecerá. Se adormecerá. Se fundirá en el silencio con la oscuridad. Se fusionará con la eternidad en el infinito. Solo los átomos que forman nuestros cuerpos permanecerán, y se agruparán para formar nuevas estructuras.

Y de nuevo nos preguntamos ¿importará algo al final? ¿Valdrá la pena nuestra lucha? ¿Alguien nos recordará?... ¡No lo sabemos! Estamos vivos ahora y eso es todo lo que importa. Existimos en este momento; pensamos, sentimos, soñamos. Aprendemos y exploramos nuestro mundo.

Podemos viajar por el universo con nuestra imaginación, y contemplar la grandeza, la majestuosidad del cosmos. Aunque todo pase en un fragmento de tiempo. En un minúsculo punto del espacio. Aunque nuestro nombre sea borrado de la memoria de la humanidad; nada podrá cambiar el hecho de que una vez existimos en este inmenso, portentoso e impresionante universo.


 

domingo, 11 de julio de 2021

El Amo del Mundo

 

John vivía con su madre, Nora, y sus dos hermanitos: Edwin de 13 años y Jimena, quien tenía solo 7 años. Desgraciadamente su papá fue asesinado por unos asaltantes armados que intentaron entrar en la casa, cuando John tenía 15 años y estaba estudiando en la escuela, según le contó su mamá. Debido a eso el joven tuvo que dejar de estudiar y encargarse de la pequeña finca que tenía su padre. Le tocaba trabajar muy duro porque, debido a que sus hermanos estaban tan pequeños,

miércoles, 2 de septiembre de 2020

Depresión

 

Vivo en un mundo de oscuridad.

Mi realidad está compuesta de cosas extrañas.

Mi mente es un lugar sucio y desolado, abarrotado de miedos y desesperanzas.

Me pregunto si mi vida transcurre lentamente en una pesadilla o si es solo un reflejo defectuoso de mi mente; una anomalía esquizofrénica.

El Hombre Industrializado

 

Cuando comienzas todo es expectativa. Luego aparece la luz y empiezas a entusiasmarte, a tener esperanza.

Te seduce, te atrae, te fascina. Al principio parece mágico. Te hace sentir muy complacido, es más, te hace sentir especial. Todos esos llamativos colores, tan fascinantes, tan sublimes. Todas esas maravillosas formas. Pero la luz te ciega. Y de pronto te das cuenta de que esa hermosa luz no representa la salvación, sino la perdición. Es un producto de la publicidad industrializada para atraerte, para cortar tus alas.

martes, 1 de septiembre de 2020

Cenizas del Infierno

 

Encerrado en un mundo vacío

Distanciado mirando en silencio

Casi ajeno de todas las cosas

Habitando lugares desiertos

Transcurriendo infinitos de tiempo

Persiguiendo verdades extrañas

Suprimiendo perversos recuerdos

Enfrentado con mi propia alma

El Enigma del Grillo



CAPÍTULO 1 – LA TRAGEDIA
Carlos vivía con sus padres en una granja. Su mamá se llamaba Claudia y su papá Luis. Era hijo único. Sus padres eran dueños de la granja y aunque no tenían mucho dinero, eran personas muy trabajadoras y ordenadas, por lo tanto, su granja era muy productiva. Nunca habían pasado por grandes dificultades y la familia gozaba de una vida más bien cómoda. Carlos por supuesto se había criado muy consentido y nunca había tenido que trabajar porque todo lo que necesitaba se lo proveían sus padres.

En la Mitad de la Oscuridad

 

Todos soñamos mientras dormimos. Pero la mayoría de las veces simplemente no lo recordamos.

Los sueños normalmente son alegorías cargadas de simbolismos y metáforas. Algunos sicólogos piensan que los sueños reflejan nuestros estados sicológicos; nuestros deseos y nuestros temores.

Muchas personas inclusive creen que son premoniciones de las cosas que nos sucederán en el futuro.

Un Sueño de un Juego de Números

 

 

Una noche me acosté muy cansado, porque había sido dura la jornada de trabajo por esa época, y cuando me acosté me quedé dormido profundamente... y mientras dormía soñé con números. 


Ellos estaban jugando un juego que no recuerdo ya. Pero lo que si recuerdo es que me invitaron a jugar. Me dijeron: “¡Ven y únete a nuestro juego!”. Yo acepté sin asentir y me reuní con ellos.




El uno se me acercó y me dijo “yo siempre estoy sólo, pero puedes confiar en mi”. Luego el dos se quedó mirándome y, aparte du su mirada rara, tenía una voz grave que cambiaba por momentos volviéndose aguda. Me dijo que a partir de él surgían las cosas y que de no ser por él no existirían los juegos.
Estuve jugando un rato con ellos, pero no me sentía muy cómodo. Desde mi interior había algo me decía que difícilmente podría entenderme con ellos. Pero también pensaba, y tenía la esperanza en mi interior, de que tal vez lograría comunicarme con alguno, y hasta comprender sus deseos y sus destinos; de manera que continúe jugando.


Rápidamente el tres se me acercó, pero no dijo nada. El cuatro llegó con su voz zalamera, me saludó, me aduló y me contó que hacía días ya que no conseguía pareja. El cinco estaba distante; siempre soberbio y seguro de sí mismo. Con el seis la cosa fue totalmente distinta; me contó sobre su vida, sobre sus relaciones, sobre cómo había tenido muchos amores y se sentía pleno. El siete por su parte se paseaba de un lado a otro… tan inexpugnable como siempre. 

El siguiente número me habló tranquilamente de sus cosas. Que iba por la vida de un lado a otro siempre sin afanes. Que no encontraba estabilidad en las relaciones amorosas. Que anhelaba vehementemente encontrar un punto fijo para ya no fragmentarse más y otros muchos asuntos.

Así transcurrió la tarde. Aunque a veces era de noche y de tiempo en tiempo me encontraba en el amanecer.

Cuando ya menos me divertía, decidí yo mismo acercarme al nueve y lo saludé... pero él tenía muchos problemas. Se enredaba. Se encogía. Se volvía sobre sí mismo una y otra vez y luego tropezaba con su propia sombra. No me quiso contar nada y sólo se limitó a saludarme con una venia. 


Cuando ya estaba a punto de abandonar el juego, pensativo y agotado por el intenso ajetreo, apareció el número x. “Yo no tengo personalidad” fue lo primero que dijo. “Actuó como cualquiera de ellos por un momento y luego puedo cambiar”. “Mi vida es muy difícil”. “A veces me siento raro, como si no fuera yo mismo”. Confieso que me dio pena por él.

Por último, escuché que alguien me hablaba, y aunque nunca logré verlo, el cero me dijo tímidamente: “No te me acerques porque yo no soy nada, porque estoy en todas partes y en ninguna a la vez y porque no tengo nada que decir”. Y en ese momento me desperté.
FIN
  

martes, 10 de julio de 2018

El Hombre de Barro



Hace muchos siglos existió un rey llamado Kiret. Llevaba años y años intentando tener un hijo, pero no lo conseguía. Consultaba numerosos médicos, curanderos y hechiceros, quienes le recetaban todo tipo de tratamientos, pero nada le funcionaba.
Conforme pasaron los años el rey se fue volviendo cada vez más y más taciturno y sombrío al no poder realizar su gran sueño de tener un hijo. A tal grado llegó su obsesión y su frustración que un día, para su cumpleaños número 65, movido por la decepción, ordenó asesinar a todos los médicos, curanderos y hechiceros de su reino.
Cinco años después, cuando Kiret tenía 70 años, el jefe de un escuadrón de exploración que regresó de una misión de reconocimiento en el oriente, le informó al rey sobre un poderoso hechicero llamado Xitod que vivía en ese lejano reino. Kiret, quien para ese entonces ya había perdido la esperanza, ordenó de inmediato enviar un emisario para invitar al hechicero de oriente a su castillo, prometiendo darle una inmensa fortuna. 


Cuando el mensajero llevó el recado al mago éste aceptó de inmediato y emprendió el viaje al reino de Kiret. Una vez reunidos en el palacio, el rey se disponía a explicarle a Xitod su problema, pero antes de que siquiera comenzara, el hechicero le dijo “Yo conozco tu penar, sé que no puedes tener hijos y que tu mayor anhelo en este mundo es poder tener un descendiente que lleve tu sangre”. Entonces el rey, con su rostro marchito, mirándole a los ojos le dijo al mago “En ese caso ya debes saber que estoy dispuesto a hacer cualquier sacrificio y a darte cualquier cosa que me pidas, si me puedes conceder mi gran sueño de tener un heredero”. El hechicero le respondió: “Yo puedo hacer surgir una criatura con tu sangre. No nacerá de una mujer pero será un hijo para ti y tú serás su padre. Sin embargo, a cambio tú y tu reino deberán pagar un alto precio”. Y le explicó detalladamente las condiciones del pacto y le advirtió de las terribles implicaciones que tendría.

El rey ni siquiera lo pensó. Aceptó inmediatamente todas las condiciones de Xitod sin importarle nada, y ordenó a sus ciervos prepararlo todo.
Doce días después, en una horripilante noche oscura de luna nueva, se llevó a cabo el escalofriante, despiadado y macabro ritual. Con un cuchillo de bronze fueron sacrificados 27 inocentes niños recién nacidos y su sangre fue mezclada con tierra para hacer el barro con el que Xitod el hechicero, con sus propias manos, moldeó un cuerpo de forma humana. Después tomó la mano derecha del rey Kiret, y con el mismo cuchillo, hizo un corte en forma de cruz en su palma y vertió su sangre real sobre los ojos del muñeco de barro, mientras pronunciaba unas extrañas palabras en un lenguaje desconocido. Entonces éste abrió los ojos y cobró vida. 

El hechicero lo hizo levantar y mirándole a los ojos le dijo:

"¡Nunca te acerques al río, refúgiate de la lluvia y jamás por nada del mundo te vayas a bañar!"

Luego lo cubrió con un abrigo hecho de piel de cabra y se lo entregó a Kiret. El rey lo abrazó y exclamo: “¡Hijo mio! Ahora eres el príncipe de este reino. Y lo llamó Lutonatus (nacido del barro).
Xitod el hechicero se marchó esa misma noche, pero antes de irse le recordó al rey que tendría que cumplir todas y cada una de las condiciones del pacto.
A partir de esa noche Kiret vivió muy feliz los siguientes años, pero exactamente siete años después, tal y como se lo había predicho el mago, el rey fue víctima de una terrible enfermedad y murió.
Luego de la muerte del rey una serie de plagas y pestes azotaron el reino, devastando los cultivos, el ganado, los caballos, los animales domésticos y aniquilando la población. Hasta que finalmente todos sus habitantes murieron y el reino fue destruido. Entonces el príncipe Lutonatus se quedó a vivir solo en el castillo, lugar del que nunca había salido. 

Sumido en la más terrible y espantosa soledad, cada día Lutonatus recorría los pasillos del castillo y observaba desde las ventanas del palacio los bosques del exterior. Se lamentaba de su destino, pero solo los inertes muros eran testigos de su terrible penar. No se atrevía a salir ni siquiera a los alrededores porque, una vez que se resolvió a salir a los jardines del palacio, cuando su padre aún vivía, lo sorprendió una ligera llovizna y aunque alcanzó a refugiarse a tiempo, eso le hizo entender que todas las advertencias del hechicero eran ciertas y que no podría nunca escapar de su fatalidad.
Así fueron pasando los días, lo meses, los años y los siglos, hasta que una noche oscura de luna nueva, igual que la noche en que fue creado, llevado por la angustia y la desesperación, Lutonatus no soportó más su encierro; decidió salir del castillo y se adentró en la profundidad del bosque. Iba sin rumbo, como un sonámbulo. Solo quería salir de ese lugar, sentirse libre aunque fuera tan sólo un instante por primera vez en su miserable existencia. Estaba decidido terminar con todo, a liberarse de una vez por todas de su terrible destino.

Caminó durante varias horas, hasta que, de tanto caminar, se sintió agotado y decidió  acostarse a descansar en el viejo tronco de un árbol caído que encontró en la oscuridad... y se quedó dormido profundamente.
Al amanecer, Lutonatus se despertó en un esplendoroso día soleado y, debido a la experiencia tan fuerte y desconcertante que para él había representado salir del único lugar en el que había vivido y permanecido desde su origen durante tantos siglos, todos los recuerdos de su mente se habían borrado, al punto de que no recordaba nada: ni su reino, ni su origen, ni su nombre, ni su maldición. Entonces se levantó y comenzó a observar sorprendido, todas las cosas de los alrededores. 

Escuchó el canto de un pájaro en la rama alta de un árbol, miró una mariposa revoloteando alegremente en el aire, una oruga devorando una hoja. Todo le parecía fantástico.
Así transcurrió esa mañana soleada. Veía como los rayos del sol se filtraban a través de las hojas de la espesa vegetación del bosque mientras recorría esos lugares. Siguió caminando plácidamente hasta que llegó a la orilla de un gran rio. Le pareció maravilloso ese líquido cristalino que fluía y se deslizaba majestuosamente por el cauce. 

Luego se acercó y tocó con sus dedos la luminosa agua. Pero algo extraño ocurrió. Sintió como si sus dedos empezaran a deshacerse y rápidamente los retiró.
Paulatinamente le comenzaron a llegar unos lejanos recuerdos a su mente. Eran recuerdos confusos, borrosos, como si hubieran sido desgastados por el infinito paso del tiempo. Y entonces, repentinamente recordó las palabras que hacia muchísimos siglos le había escuchado decir a una voz: 

"¡Nunca te acerques al rio, refúgiate de la lluvia y jamás por nada del mundo te vayas a bañar!"

Confundido por ese recuerdo decidió no meterse al rio y mejor se alejó caminando lentamente; intentando recordar.
Luego de recorrer por varias horas el bosque deambulando entre la maraña de un lado a otro se sintió cansado, y decidió  sentarse a descansar debajo de un árbol grande y frondoso. Eran cerca de las 6 de la tarde, las nubes habían cubierto el cielo,  el sol empezaba a palidecer en el horizonte y comenzaba a caer una ligera llovizna sobre el bosque. 



Fue precisamente en ese momento cuando lo recordó todo: su origen, su tortuoso camino, su penoso destino y su maldición. Recordó que él había sido creado de barro hacía ya mucho tiempo y que nunca se debía bañar; porque al entrar en contacto con el agua su cuerpo se empezaría a desvanecer poco a poco.
Para ese momento ya la lluvia se había intensificado y sintió como su cuerpo efectivamente,  rápidamente se empezaba a deshacer.
Entonces esbozó con su último aliento una sonrisa y comprendió que él había llegado allí porque lo había decidido, porque estaba cansado ya de huir, porque estaba cansado de habitar su defectuoso y deteriorado cuerpo y de vivir con miedo.

FIN