martes, 10 de julio de 2018

El Hombre de Barro



Hace muchos siglos existió un rey llamado Kiret. Llevaba años y años intentando tener un hijo, pero no lo conseguía. Consultaba numerosos médicos, curanderos y hechiceros, quienes le recetaban todo tipo de tratamientos, pero nada le funcionaba.
Conforme pasaron los años el rey se fue volviendo cada vez más y más taciturno y sombrío al no poder realizar su gran sueño de tener un hijo. A tal grado llegó su obsesión y su frustración que un día, para su cumpleaños número 65, movido por la decepción, ordenó asesinar a todos los médicos, curanderos y hechiceros de su reino.
Cinco años después, cuando Kiret tenía 70 años, el jefe de un escuadrón de exploración que regresó de una misión de reconocimiento en el oriente, le informó al rey sobre un poderoso hechicero llamado Xitod que vivía en ese lejano reino. Kiret, quien para ese entonces ya había perdido la esperanza, ordenó de inmediato enviar un emisario para invitar al hechicero de oriente a su castillo, prometiendo darle una inmensa fortuna. 


Cuando el mensajero llevó el recado al mago éste aceptó de inmediato y emprendió el viaje al reino de Kiret. Una vez reunidos en el palacio, el rey se disponía a explicarle a Xitod su problema, pero antes de que siquiera comenzara, el hechicero le dijo “Yo conozco tu penar, sé que no puedes tener hijos y que tu mayor anhelo en este mundo es poder tener un descendiente que lleve tu sangre”. Entonces el rey, con su rostro marchito, mirándole a los ojos le dijo al mago “En ese caso ya debes saber que estoy dispuesto a hacer cualquier sacrificio y a darte cualquier cosa que me pidas, si me puedes conceder mi gran sueño de tener un heredero”. El hechicero le respondió: “Yo puedo hacer surgir una criatura con tu sangre. No nacerá de una mujer pero será un hijo para ti y tú serás su padre. Sin embargo, a cambio tú y tu reino deberán pagar un alto precio”. Y le explicó detalladamente las condiciones del pacto y le advirtió de las terribles implicaciones que tendría.

El rey ni siquiera lo pensó. Aceptó inmediatamente todas las condiciones de Xitod sin importarle nada, y ordenó a sus ciervos prepararlo todo.
Doce días después, en una horripilante noche oscura de luna nueva, se llevó a cabo el escalofriante, despiadado y macabro ritual. Con un cuchillo de bronze fueron sacrificados 27 inocentes niños recién nacidos y su sangre fue mezclada con tierra para hacer el barro con el que Xitod el hechicero, con sus propias manos, moldeó un cuerpo de forma humana. Después tomó la mano derecha del rey Kiret, y con el mismo cuchillo, hizo un corte en forma de cruz en su palma y vertió su sangre real sobre los ojos del muñeco de barro, mientras pronunciaba unas extrañas palabras en un lenguaje desconocido. Entonces éste abrió los ojos y cobró vida. 

El hechicero lo hizo levantar y mirándole a los ojos le dijo:

"¡Nunca te acerques al río, refúgiate de la lluvia y jamás por nada del mundo te vayas a bañar!"

Luego lo cubrió con un abrigo hecho de piel de cabra y se lo entregó a Kiret. El rey lo abrazó y exclamo: “¡Hijo mio! Ahora eres el príncipe de este reino. Y lo llamó Lutonatus (nacido del barro).
Xitod el hechicero se marchó esa misma noche, pero antes de irse le recordó al rey que tendría que cumplir todas y cada una de las condiciones del pacto.
A partir de esa noche Kiret vivió muy feliz los siguientes años, pero exactamente siete años después, tal y como se lo había predicho el mago, el rey fue víctima de una terrible enfermedad y murió.
Luego de la muerte del rey una serie de plagas y pestes azotaron el reino, devastando los cultivos, el ganado, los caballos, los animales domésticos y aniquilando la población. Hasta que finalmente todos sus habitantes murieron y el reino fue destruido. Entonces el príncipe Lutonatus se quedó a vivir solo en el castillo, lugar del que nunca había salido. 

Sumido en la más terrible y espantosa soledad, cada día Lutonatus recorría los pasillos del castillo y observaba desde las ventanas del palacio los bosques del exterior. Se lamentaba de su destino, pero solo los inertes muros eran testigos de su terrible penar. No se atrevía a salir ni siquiera a los alrededores porque, una vez que se resolvió a salir a los jardines del palacio, cuando su padre aún vivía, lo sorprendió una ligera llovizna y aunque alcanzó a refugiarse a tiempo, eso le hizo entender que todas las advertencias del hechicero eran ciertas y que no podría nunca escapar de su fatalidad.
Así fueron pasando los días, lo meses, los años y los siglos, hasta que una noche oscura de luna nueva, igual que la noche en que fue creado, llevado por la angustia y la desesperación, Lutonatus no soportó más su encierro; decidió salir del castillo y se adentró en la profundidad del bosque. Iba sin rumbo, como un sonámbulo. Solo quería salir de ese lugar, sentirse libre aunque fuera tan sólo un instante por primera vez en su miserable existencia. Estaba decidido terminar con todo, a liberarse de una vez por todas de su terrible destino.

Caminó durante varias horas, hasta que, de tanto caminar, se sintió agotado y decidió  acostarse a descansar en el viejo tronco de un árbol caído que encontró en la oscuridad... y se quedó dormido profundamente.
Al amanecer, Lutonatus se despertó en un esplendoroso día soleado y, debido a la experiencia tan fuerte y desconcertante que para él había representado salir del único lugar en el que había vivido y permanecido desde su origen durante tantos siglos, todos los recuerdos de su mente se habían borrado, al punto de que no recordaba nada: ni su reino, ni su origen, ni su nombre, ni su maldición. Entonces se levantó y comenzó a observar sorprendido, todas las cosas de los alrededores. 

Escuchó el canto de un pájaro en la rama alta de un árbol, miró una mariposa revoloteando alegremente en el aire, una oruga devorando una hoja. Todo le parecía fantástico.
Así transcurrió esa mañana soleada. Veía como los rayos del sol se filtraban a través de las hojas de la espesa vegetación del bosque mientras recorría esos lugares. Siguió caminando plácidamente hasta que llegó a la orilla de un gran rio. Le pareció maravilloso ese líquido cristalino que fluía y se deslizaba majestuosamente por el cauce. 

Luego se acercó y tocó con sus dedos la luminosa agua. Pero algo extraño ocurrió. Sintió como si sus dedos empezaran a deshacerse y rápidamente los retiró.
Paulatinamente le comenzaron a llegar unos lejanos recuerdos a su mente. Eran recuerdos confusos, borrosos, como si hubieran sido desgastados por el infinito paso del tiempo. Y entonces, repentinamente recordó las palabras que hacia muchísimos siglos le había escuchado decir a una voz: 

"¡Nunca te acerques al rio, refúgiate de la lluvia y jamás por nada del mundo te vayas a bañar!"

Confundido por ese recuerdo decidió no meterse al rio y mejor se alejó caminando lentamente; intentando recordar.
Luego de recorrer por varias horas el bosque deambulando entre la maraña de un lado a otro se sintió cansado, y decidió  sentarse a descansar debajo de un árbol grande y frondoso. Eran cerca de las 6 de la tarde, las nubes habían cubierto el cielo,  el sol empezaba a palidecer en el horizonte y comenzaba a caer una ligera llovizna sobre el bosque. 



Fue precisamente en ese momento cuando lo recordó todo: su origen, su tortuoso camino, su penoso destino y su maldición. Recordó que él había sido creado de barro hacía ya mucho tiempo y que nunca se debía bañar; porque al entrar en contacto con el agua su cuerpo se empezaría a desvanecer poco a poco.
Para ese momento ya la lluvia se había intensificado y sintió como su cuerpo efectivamente,  rápidamente se empezaba a deshacer.
Entonces esbozó con su último aliento una sonrisa y comprendió que él había llegado allí porque lo había decidido, porque estaba cansado ya de huir, porque estaba cansado de habitar su defectuoso y deteriorado cuerpo y de vivir con miedo.

FIN


3 comentarios:

  1. El video astracto pero al complementarse ya con la descripción queda totalmente claro. felicitaciones.

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  2. Hola, Vi el video y leí el cuento, me gustaron ambos. Me pareces un escritor interesado en los temas profundos de la mente, en los vericuetos de la imaginación. Tu narrativa es fantástica, tiene elementos inexplicables. Siempre me han gustado este tipo de cuentos donde aparece personajes y situaciones aparentemente sobrenaturales pero que en el fondo son como un juego de espejos de la imaginación. Hay grandes autores que han seguido este camino como Poe, Lovecraft, Julio Cortázar, Ambrose Bierce, Robert Chambers. Te felicio por tu trabajo y nunca dejes de leer a los maestros y de seguir escribiendo. Escribir nos permite mantener la cordura en un mundo de locos. Un saludo desde España.

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  3. Hola, Muchas gracias Eloi por tu comentario. De verdad que me motiva a seguir escribiendo. Saludos.

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